miércoles, 23 de octubre de 2013

Sonrisas

Buenos días/tardes/noches, señorita. 
Hoy vengo a hablarle de sonrisas. 
Hay sonrisas buenas y buenísimas, de las que contagian el alma y dan un soplo de vida.
Las hay forzadas, amagadas, contagiosas y explosivas. 
Hay otras llamadas "sonrisas precedentes". Suelen preceder carcajadas, reencuentros y cumplidos.
Luego, las sonrisas del después. Después de un abrazo, después de chocar con un desconocido o después de un orgasmo.
Hay medias-sonrisas, que suelen aparecer en las despedidas, ahogadas por una presión del no saber que hacer.
Señorita, hay millones de tipos de sonrisa. Todos los adjetivos sirven para describir alguna en concreto.
Pero no deje que la variedad le engañe. Hay una mejor que todas, capaz de contagiar a la persona mas triste, capaz de hacer sonrojar a la persona mas fría y capaz de hacer gritar a un mudo. Y esa sonrisa es la suya. No la pierda nunca. Y si en algún momento no llega a aparecer, tranquila, yo me encargo de poner solución. No puede ser muy difícil reencontrar la sonrisa mas bonita de ver.

lunes, 21 de octubre de 2013

Momentos

Me gustan los días soleados. El yogurt con una cucharada de azucar. Conducir con la música alta y las ventanillas bajadas, que el aire choque en mi cara. Que las sabanas esten frias antes de cubrirme con ellas. Me encanta cuando el tren llega a la hora, y mirar por la ventana. Las alegrias ajenas, y las compartidas. Me gusta ver la estación del año en el color de las hojas. Y saber que no tengo que madrugar. Viajar a lugares donde nunca he estado, da igual si estan a diez, cien o mil kilometros. El olor de las palomitas que precede una noche de sofa, pelicula y manta. Y que la manta sea suave. Y si hay una chimenea al lado, mejor. Me agradan las lagrimas de felicidad. Y los reencuentros. Pero mas los no-reencuentros. La lluvia cayendo en una noche por la ciudad, reflejando luces que iluminan caminos que quizá nunca pisaré. El agua transparente de la playa y la sombra de un árbol en pleno verano. Es agradable poner las noticias y no ver desgracias. 
Y cuando suena mi canción favorita por la radio. La música bien alta, que anime a desanimados. Los besos robados, los que están por robar, y los que fueron robados y nunca volverán. 
Me encanta aprovechar cada momento, por si el futuro nunca quiere llegar.

domingo, 20 de octubre de 2013

"Sal con una chica que lee"

"Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el  
closet porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba."

Rosemarie Urquico.

sábado, 19 de octubre de 2013

"Sal con una chica que no lee"

"Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.



Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio."


Charles Warnke

miércoles, 9 de octubre de 2013

Hay días y días...

Hay días en los que despiertas antes que el despertador, y días en los que no recuerdas haberlo parado un par de horas atrás. 
Días en los que el frío golpea los rincones del cuerpo que la ropa no puede tapar, y días donde el frío solo invade tu corazón.
Días donde cualquier canción acelera tu paso, y días donde la música queda tapada por un ruido ensordecedor. 
Hay días que gritan, y días que susurran. 
Algunos días pasean desnudos, y otros, visten de gris.
Hay días que reclaman un hueco en la memoria, y días que aspiran a caer en el olvido.
Días de chucherías, y días de verdura.
Hay días que pasan deprisa, pero se mantienen eternos.
Dias de Otoño, y días de Primavera. 
Dias escritos en MAYÚSCULA, en minúscula, y algunos donde no hay nada escrito.
Días decididos, indecisos, vulgares y fantásticos. 
Hoy, el día será mío. 

martes, 23 de julio de 2013

Ella

Bailar con su sonrisa, y dormir sobre sus pechos. En la terraza explicarle cuentos. Hacer sus noches largas, y sus días eternos. Correr por la playa, y acabar en el agua. Pintar nuestra casa, y mancharle la cara. El desayuno en la cama, y cenar a dos velas de distancia. Un susurro, y el despertar cualquier mañana. Llevarle rosas, pasteles, bombones y al paraíso. Una fiesta en casa, y que se crucen nuestras miradas. Acariciar su pelo, y también su alma. Cuatro besos, y cinco, seis, siete... Escuchar su voz sin escuchar lo que dice embobado en la melodía que sale de su garganta. El viento despeinando su melena con un vaivén majestuoso. Sus ojos clavados en el infinito, esperando a que no pase nada. El perfil de su cuerpo iluminado por un hilo de luz colándose por la ventana. Una bonita casualidad de la vida. Un deseo continuo de gritarle al cielo que es una vida de ensueño. 

La pienso y luego existo. Sin ella, no soy nada.

jueves, 6 de junio de 2013

AUTOESTIMA COLECTIVA

Antes de empezar con mi pequeña reflexión y para no confundir el termino "auto", haré referencia a un concepto (palabra) de origen africano. Ubuntu. Significa "Yo soy, porque nosotros somos". Y dicho esto ahí va lo que me rondaba por la cabeza.
Hay dos tipos de autoestima. La primera, todo el mundo la conoce. Viene en el diccionario. Valorarte tal y como eres, apreciar tus cualidades, e incluso tus defectos. Los niveles de esta autoestima dependen de uno mismo, pero no siempre se puede controlar del todo. A veces se puede llegar a confundir o sobrepasar, y se convierte en ego, algo que transforma a una persona de valor, en alguien que solo se quiere a si mismo, que vive para mirar su reflejo en el espejo. Pero no me quiero centrar en esa.
Hay otra autoestima, igual de importante, o incluso mas. Cuando te hacen sentir importante, valorado. Cada día encontramos a miles de personas que te hacen sentir así. Amigos, conocidos, gente por conocer, o simplemente desconocidos que nunca mas volvemos a ver. Piénsalo. Una sonrisa o un simple "gracias", tienen un valor en nosotros, que muy pocas veces tenemos en cuenta. Parate a pensar, durante el dia, cuantas veces has recibido una muestra de afecto que vale para que, por un par de segundos, te sientas bien contigo mismo, y porque no decirlo, con el mundo en general.
Y ahora, piensa, durante el día, cuantas veces has hecho que una persona al azar, sea o no importante para ti, se haya sentido valorada. Cuesta muy poco, y vale mucho. Estoy seguro que si todo el mundo diera la importancia que se merecen a esos segundos, llegaríamos a almacenar horas y horas de "valor". No es tan difícil hacer de este mundo un sitio mejor. Las grandes gestas se consiguieron gracias a la conexión entre muchas personas.
Podríamos decir entonces que existe una autoestima colectiva?